We don't need no modern Jesus

miércoles, 13 de abril de 2016

Festín de Freud

No sé. No estoy acá para ser juzgada por aquello que vaya a decir o aquello que vaya a callar. Pero no, no sé. No sé por qué estoy acá.
Me perdí, y siento caer lágrimas frías, porque no tengo nada ni a nadie a quien culpar más que a mí misma, porque nadie me mandó, nadie me obligó y yo sola me perdí. Me perdí a mi misma. No siento mi esencia, ni mi ser y cada noche que paso frente a la ventana me discuto si alguna vez me tuve, si alguna vez lo supe con convicción. Y no sé.
Quiero descubrir en dónde es que estoy perdida, en dónde me dejé si alguna vez me tuve, pero averiguar algo así se siente como una misión suicida donde nada termina bien, donde la oscuridad y el humo de cigarrillo acaban por volver loco a uno.
Tal vez no tenga otra opción, o tal vez la única opción sea seguir sin mí. Hacer otro yo suena más fácil y alegre, pero ¿quién es yo?


Hoy soy mi otro yo, el yo que hacía de suplente hasta que tuvo la antigüedad que se necesita para ser titular de cátedra. No me gusta este yo, es oscuro, hace frío y siento ardor en las rodillas de tanto caer. Me siento gris. Pero es mejor que no ser nadie, o eso me digo como intento de auto-convencimiento. Pero la realidad es que este yo no es más que una simple carcasa que alguna vez supo proteger algo que desapareció hace tiempo.
Y hoy ya no me busco, ni me encuentro. Es como correr con los ojos cerrados. Esperando, no esperando.










No hay comentarios:

Publicar un comentario