¿Qué te pasa? Y no me contestó. Lo miraba mientras terminaba mi café y me evadía con banalidades. De repente se quedó inmóvil, pero no una inmovilidad corriente, sino una de verdad. Una que llego a tal punto que tuve que preocuparme. Y me quedé ahí, mientras me miraba y yo le escribía a mi mamá que iba a llegar tarde. Creo que me pidió perdón y me preguntó que fue lo que había dicho. Así que le repetí, ¿qué te pasa? En ese momento no se quedó inmóvil, sino que empezó a gritar, a gritar como si lo hubieran apuñalado. Pero solo estábamos él y yo. Y sin saber por qué yo también grite, grite que estaba harta y que lo odiaba, y que también me odiaba. Me levanté para irme, y cuando estaba a punto de cruzar la puerta me volvió a pedir que repitiera la pregunta. Llena de enojo y tristeza, sin darme vuelta, le pregunté de nuevo, ¿QUÉ CARAJO TE PASA? Silencio. Me di vuelta, y estaba sola.
Ya no me acuerdo muy bien como fue, es que fue hace tanto. Se me cruzan las palabras y creó que hasta algunas las inventé. Tampoco me acuerdo si fue real, si era él, o era yo. Pero si sé que ese día me olvidé de cómo querer a alguien y de quién era Dios, y sentí frío en pleno verano.
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