Y la carta se quedó ahí, mientras agarraba su saco y se marchaba. Así permaneció por meses hasta que siendo ya un empresario, volvió a descubrirla. Algo se revuelve dentro de nosotros cada vez que nos topamos con un objeto, un aroma, un gesto del pasado. Y eso fue exactamente lo que pasó.
La alisó con cuidado como quien sostiene a un infante por primera vez, empezó a inundarlo un sentimiento de culpa desde un rincón olvidado de su mente, y hasta pudieron rodarle algunas lágrimas mientras leía con ojos desorbitados. En su mente la carta le hablaba con la que fue una dulce voz, ahora quebrada.
Gritó y golpeó todo lo que tuvo al alcance hasta que no sintió los nudillos. No se había percatado, no había imaginado, que nunca más volvería a verla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario